Una tragedia, la Guerra Civil, fue capaz
de sacar lo mejor de algunas personas en Alcalá, aquellas que intervinieron en
proteger el libro de registro de bautismos de la parroquia de Santa María la
Mayor en el que están recogidas las inscripciones de Miguel de Cervantes y de
cuatro de sus hermanos, es decir, la prueba de que el autor del Quijote nació
en Alcalá, ya que aquí fue bautizado por el bachiller Serrano. Un párroco,
César Manero; una familia, los Raboso; un hojalatero, Francisco del Río, fueron
los grandes protagonistas de una historia que empezó en clave de tragedia pero
tuvo un final feliz. Y de todo ello hay un testigo de excepción, la única
persona que hoy vive y que puede contar qué ocurrió en aquellos días. Conchi
Pintado, que hoy tiene 90 años de edad, vivía en el número 3 de la calle Ramón
y Cajal. Y ella recuerda perfectamente cómo llegaron a casa de su tía Luisa
Raboso “los del Ayuntamiento”, cómo en el salón de ese domicilio de la calle
Ramón y Cajal abrieron la caja de hojalata y cómo en el interior de la misma se
encontraba “la escritura”, como ella denomina al libro. “¡Qué gritos de alegría
daban! ¡Qué voces! Decía: ‘¡Viva Alcalá de Henares! ¡Esto es lo más grande para
Alcalá!”.
“Mi tía Luisa Raboso Alarcos era prima de
Juanito Raboso, que tenía una tienda y taberna en la calle Cerrajeros. Juanito
tenía un hermano en Madrid, Pedro, que era sacerdote escolapio. Todos los
veranos venía quince días cuando les daban el permiso en casa de mi tía.
Estando aquí disfrutando del permiso fue cuando estalló la guerra”, recordó en
su domicilio Conchi Pintado.
Otro de los recuerdos de esta testigo de
todos estos hechos difiere de lo narrado hasta ahora sobre la entrega del libro
de bautismos. “El párroco de Santa María, que se llamaba don César, le dio l
apartida de nacimiento a Pedro Raboso, el cura escolapio. Y fue él quien llevó
la escritura a casa de mi tía porque era allí donde vivía. Mi tía la guardó en
un cofre, un baúl donde tenía sábanas, ropa, el ajuar”.
Por tanto, Conchi Pintado descarta que el
libro se ocultara junto al pozo del número 3 de la calle Ramón y Cajal por la
simple razón de que muchas personas tendrían acceso a ese pozo y la situación
se iba haciendo cada vez más grave: “El momento en que mi tía vio que era un
peligro tener el libro en su casa fue cuando los milicianos se llevaron preso a
mi padre, que era funcionario de prisiones. Fueron a buscarlo e hicieron un
registro de la vivienda donde estábamos, allí en el número 3 de la calle Ramón
y Cajal. A mi padre lo llevaron preso a la cárcel de Porlier. Fue entonces
cuando mi tía le dijo a Juan Raboso que había que hacer algo con la escritura,
esconderla en algún sitio. La llevaron a casa de Juanito y la pusieron dentro
de una caja de zinc; un hojalatero que vivía al lado de la casa de Juanito y
que ahora no me acuerdo de cómo se llamaba –se refiere a Francisco del Río-
selló la caja y la metieron en el pozo de la casa de Juanito. Allí estuvo
durante toda la guerra.
A este respecto surgieron diversas dudas
que Conchi Pintado aclaró según lo que recuerda de aquellos días: “La casa de
Juanito estaba cerrada; no vivía nadie. Bueno, en realizada cuando estalla la
guerra el que vivía allí era el cura, Pedro, al que llevaron para esconderlo. A
Juanito, que era el que vivía en la casa, lo llevaron a la guerra y en teoría,
en la casa del número 8 de la calle Cerrajeros número 8 no vivía nadie, por lo
que allí quedó escondido Pedro, puesto que siendo sacerdote podrían llevárselo
preso si lo encontraban. Mi madre le llevaba de comer todos los días a
escondidas y le llevaba ropa limpia. Pedro murió allí d epena durante la
guerra. Él quería salir y no podía”.
Por tanto el hecho de estar en teoría
vacía la vivienda hacia más fácil ocultar el libro en el pozo.
“Ataron la caja
con una cuerda y la dejaron caer dentro del pozo. Cuando terminó la guerra,
sacaron la caja del pozo y la llevaron de nuevo a casa de mi tía con la
escritura dentro. Fue entonces cuando llegaron los del Ayuntamiento. Fueron
muchos porque el salón se llenó de gente y decía: “¡Viva Alcalá de Henares!
¡Tenemos lo más grande, que es la partida de Cervantes! Yo estaba allí y lo vi
todo. Fue todo muy emocionante”.
“A don César le dieron un tiro en la
plaza de Cervantes cuando ya había empezado la guerra”, recordó Conchi, que entonces
era una niña: “Todos los niños de la familia sabíamos que no podíamos decir a
nadie nada de la escritura. Era un secreto y nadie debería saberlo”.
Y más teniendo en cuenta que durante la
guerra se confiscó el local comercial del número 3 de la calle Ramón y Cajal y
que fue ocupado por miembros del Partido Comunista de España desde donde
desarrollaban diversas actividades. El libro de bautismos de la parroquia era
muy peligroso para la familia Raboso, por lo que sus bocas quedaron selladas
como la caja metálica de galletas que se introdujo en el pozo de Juan Raboso.
Queda saber de aquella historia qué
ocurrió con el hojalatero, Francisco del Río, otro de los protagonistas de la
gloria de salvar de la destrucción el libro con la partida bautismal de Cervantes.
Conchi Pintado lo recuerda vagamente: “Murió. Tenía una hija que vivió allí
durante algunos años hasta que murió. Era Soltera”.
Es decir, ahí acaba esa parte de la
historia sin herederos por parte de quien hizo un trabajo excepcional para que
el agua no destruyera “la escritura”. Selló perfectamente la caja soldándola
con los medios materiales de la época. No dejó ni un solo poro por el que
pudiera entrar el agua. Su trabajo también fue decisivo como el de Luisa
Raboso, el de sus primos Juan y Pedro Raboso y el de toda la familia, que
mantuvo en secreto dónde estaba el libro. Y cómo fue decisivo que el párroco
César Manero entregara a esta familia el libro porque sabía que lo iba a
proteger como así fue.
Fuente: PUERTA DE MADRID
gracias a estas personas se conserva parte de la cultura y patrimonio de alcala. una persona tan importante e ilustre...gracias de corazón, un pequeño gesto que os hace grandes
ResponderEliminarHistoria muy bonita que desconocía. La verdad es que la historia de Alcalá está llena de historias pequeñas de gente común, como hoy en día la gente que estáis llevando adelante el proyecto de España 2000. Yo estoy muy ilusionado, y contáis con mi voto, lo digo esto aquí y en Roma
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